Uno nunca cree o mejor dicho no acepta que todo se termina de una u otra forma ,pero todo se termina, y que ingrato es decir adiós para siempre.
Hoy nos toca despedir a un hombre que había nacido un 13 de mayo de 1923, aunque su padre lo había anotado el 6 de agosto, eso ocurrió en un pueblo cercano a la ciudad de Junín, Baigorria se llamaba ese pueblito en el cual nacieron seis hermanos, el era el tercero, estamos hablando de JULIO PEDRO HARISPE, que hoy nos deja para siempre y que queremos desde estas paginas despedirlo humildemente, como lo era él.
Por esas orillas y por esa misma época, un grupo de niños provincianos arreaba reses hacia los corrales y mataderos de la población. Y es muy probable que mientras pasaban por algún cruce de caminos, del fondo de aluna pulpería se escaparan las sentimentales cadencias de milongas camperas, entreveradas con los compases canyengues de tangos con fuerte sabor de arrabal. Uno de esos niños se llamaba Julio Harispe y sufriría el hechizo de esa música entrañable, que termino por marcar indeleblemente su destino, al punto de que en los años 40, justo cuando el tango celebraba su época mas fastuosa, el pibe que ayer arreara reses con sus compañeros de infancia, era el gallardo cantor-conocido ahora y para siempre como Julio Martel- que con su voz cálida y afinada arreaba bellísimas melodías porteñas frente a los atriles de la típica de Alfredo De Angelis.
La localidad de General San Martín, situada en el partido del mismo nombre en el gran Buenos Aires, es hoy un pujante bastión industrial de la Capital Federal de la Argentina. Sin embargo, allá por los años 30, cuando Carlos Gardel dictaba su cátedra magistral y fundadora del tango-canción, San Martín era apenas una de esas orillas de la Reina del Plata donde se confundían los acres olores de la ciudad que crecía tumultuosamente con las fragancias agrestes de la Pampa. En 1928 los padres se trasladan a la ciudad de Caseros, localidad pegada a Bs.As.para luego radicarse ya en el año 1936 en Munro donde comienza su oficio de cantor, lo hace en el teatro “Magazine” acompañado por la guitarras de Hernández y Vega. En 1941 su madre firma un contrato, ya que aún no había cumplido la mayoría de edad, con la orquesta de Juan Giordano. Ya en 1943 llega su gran oportunidad, se presenta en Radio El Mundo donde es seleccionado entre cientos de participantes, para actuar junto a la orquesta de l maestro Alfredo De Angelis.
De allí, todo fue una entrega generosa al tango, una cadena de éxitos rutilantes y de creaciones inolvidable, entre las cuales se registran muy especialmente aquellas que realizo en dúo histórico con ese magnifico tenor que fue su compañero de fórmula, Carlos Dante. Hasta que llegó la hora inevitable: la del retiro definitivo, esa que muy pocos-Julio Martel se cuenta entre estos- saben elegir con el valor y la dignidad suficientes, para que un atardecer espléndido no se convierta en un lastimoso crepúsculo.
Pero los buenos tangueros, que, como todos los seres humanos, conocen el ácido de la indiferencia y el amargor del olvido, tienen por contrapartida ese sentimiento sin el cual la vida misma sería un silencioso y gris desierto afectivo: la gratitud. Y haciéndole caso al firme postulado de ese patriarca del tango y de la cordialidad porteña que es Ben Molar, según el cual los homenajes tienen sentido cuando el destinatario vive, para que pueda así alentar con júbilo su “jubilación” en medio del afecto y el reconocimiento de sus admiradores, decidieron agradecerle al ídolo de ayer y al señor de siempre-don Julio Martel-su invaluable aporte a la canción ciudadana. Fue así como el 29 de agosto de 1997 convocaron, con el entonces intendente de la localidad, Antonio Libonati, ala cabeza a un acto especial de homenaje al artista en el Complejo Cultural Plaza del Partido de General San Martín, Entre los asistente estuvieron los directivos de La secta del cuchillo y del coraje, de la Academia Nacional del tango y numerosas personalidades del quehacer tanguístico, el intendente hizo entrega al homenajeado Julio Martel del máximo galardón de la localidad: el San Martín de oro. Pero el tango siempre busca la calle y ama la noche. Y aún faltaba el acto principal: el descubrimiento de una placa en uno de los cruces céntrico de la ciudad. Mitre y Campos.que fue bautizado como la “esquina Julio Martel”. Otra ochava más, para que los duendes del bandoneón continúen su perenne serenata nocturna.
Desde esta pagina nuestros deseos que su alma descanse en eterna paz, nosotros lo llevaremos por siempre en el recuerdo.
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