
¿Por qué, tango?
Porque desde comienzos del siglo su música y la honda fascinación de sus letras alimentaron esperanzas y alegrías, desengaños y tristezas y, en más de los casos, acunaron esa apacible melancolía de los espíritus sensibles, cuando la tarde juega en las horas de la luz agonizante y la penumbra viene en camino.
Porque el tango es un sollozo, una la lágrima detenida, la añoranza que invade el espíritu llenándolo de reminiscencias o el desfile musical de la tragedia, multiplicada en centenares de facetas, con la vivencia que entrega su historia: relato condensado en poesía, tallado de pasión, de reclamo, de resentimiento y de congoja.
Porque desde comienzos del siglo su música y la honda fascinación de sus letras alimentaron esperanzas y alegrías, desengaños y tristezas y, en más de los casos, acunaron esa apacible melancolía de los espíritus sensibles, cuando la tarde juega en las horas de la luz agonizante y la penumbra viene en camino.
Porque el tango es un sollozo, una la lágrima detenida, la añoranza que invade el espíritu llenándolo de reminiscencias o el desfile musical de la tragedia, multiplicada en centenares de facetas, con la vivencia que entrega su historia: relato condensado en poesía, tallado de pasión, de reclamo, de resentimiento y de congoja.
 
 
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